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Vieraskieliset / en espanol

Cristo Redentor

Siionin Lähetyslehti
Vieraskieliset / en espanol
5.12.2019 15.23

Juttua muokattu:

2.1. 11:02
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En el mun­do que Dios creó todo es­ta­ba bien. Pero todo cam­bió cu­an­do el ene­mi­go de las al­mas tentó a Eva a que co­mie­ra el fruto del árbol pro­hi­bi­do. La mu­jer no pudo re­sis­tir la ten­ta­ción, sino que la tomó y se la co­mió. En­ton­ces el­la se la dio a su es­po­so y es­te tam­bién co­mió.

Dios llamó a qui­e­nes ca­ye­ron en pe­ca­do y habló con el­los. El Se­ñor mal­di­jo a la ser­pien­te y puso per­se­cu­ción ent­re la se­mil­la de la ser­pien­te y de la mu­jer. Al mis­mo tiem­po Dios in­formó que la se­mil­la de la mu­jer rom­perá la ca­be­za de la ser­pien­te.

Es­ta fue la pro­me­sa de sal­va­ción y de re­den­ción, en la que el Pad­re y el Hijo es­ta­ban con­ver­san­do des­de el prin­ci­pio de los tiem­pos “Mi hijo eres tú, yo te en­gendré hoy. Pídeme, y te daré por he­ren­cia las na­ci­o­nes y como po­se­sión tuya los con­fi­nes de la tier­ra.” (Sal 2: 7-8) El hijo es­ta­ba fe­liz de cump­lir con la vo­lun­tad del pad­re (Sal 40:9).

En el mo­men­to de la caí­da, la ima­gen de Dios en el homb­re fue cor­rom­pi­da y el homb­re em­pezó a ser at­raí­do por el mal. él no ama a Dios sino a sí mis­mo y al mun­do. (KO 22, Doct­ri­na Cris­ti­a­na de la Ig­le­sia Evangé­li­ca-Lu­te­ra­na de Fin­lan­dia) El após­tol Pab­lo dec­la­ra que no hay bien en él, por­que el pe­ca­do ha­bi­ta en su car­ne y sang­re.

Muc­has per­so­nas han bus­ca­do la paz en su con­cien­cia sin dar­se cu­en­ta de que el homb­re es sal­vo solo por la fe, solo por la gra­cia, solo por Je­suc­ris­to. Al ha­cer­lo, pu­e­den ha­ber bus­ca­do un Dios mi­se­ri­cor­di­o­so a través de su pro­pio tra­ba­jo, oran­do, ley­en­do la Bib­lia, o prac­ti­can­do el bien.

Solo por Cris­to

El amor del pad­re Ce­les­ti­al, la gra­ci­as de Dios y la fe viva están comp­le­ta­men­te re­la­ci­o­na­das y uni­dos con Jesús qui­en es nu­est­ra sal­va­ción. El após­tol Pab­lo esc­ri­bió en el Lib­ro de Co­rin­ti­os “Dios es­ta­ba en Cris­to re­con­ci­li­an­do con­si­go al mun­do, no tomán­do­les en cu­en­ta a los homb­res sus pe­ca­dos, y nos en­cargó a no­sot­ros la pa­lab­ra de la re­con­ci­li­a­ción.” (2 Co. 5:19)

La gra­cia de Dios se acer­ca al homb­re a través de los pe­ca­do­res ar­re­pen­ti­dos , a través de los sa­cer­do­tes del Espí­ri­tu San­to. Para aqu­el­los que están en an­gus­tia a cau­sa de sus pe­ca­dos, Je­suc­ris­to es el Re­den­tor de to­dos los pe­ca­dos. En el sermón del evan­ge­lio, Dios re­ga­la la fe con la que lim­pia el co­razón. Los sir­vien­tes, es de­cir los crey­en­tes, vis­ten al niño pródigo con el ves­ti­do de fies­ta más caro. Es el ves­ti­do de bo­das, la jus­ti­cia, que Jesús ha pre­pa­ra­do para to­dos.

Man­tengá­mo­nos des­pier­tos en la fe

El na­ci­mien­to de Jesús es un acon­te­ci­mien­to muy gran­de en la his­to­ria del mun­do. Pero más im­por­tan­te es el hec­ho de que si Jesús no hu­bie­se na­ci­do, ningún homb­re tendr­ía la vida eter­na. ”Por­que la paga del pe­ca­do es mu­er­te, mas la dádiva de Dios es vida eter­na en Cris­to Jesús Se­ñor nu­est­ro.” (Ro 6:23).

Las pro­fec­ías de los pro­fe­tas sob­re el Mes­ías se cump­lie­ron li­te­ral­men­te en el na­ci­mien­to del Sal­va­dor en la Na­vi­dad, su re­la­ción con la gen­te y sus discí­pu­los, en los suf­ri­mien­tos del Vier­nes San­to y en su mu­er­te en la cruz, la re­sur­rec­ción vic­to­ri­o­sa en la Pas­cua y la as­cen­sión. Los hi­jos de Dios del nu­e­vo pac­to están es­pe­ran­do con fe ver el día en que Jesús vendrá por se­gun­da vez a la tier­ra. En­ton­ces ya no tendrá mi­se­ri­cor­dia de na­die. Y les dará a to­dos un jui­cio jus­to. Los ben­de­ci­dos del Pad­re están lla­ma­das a la glo­ria eter­na del cie­lo, pero los mal­di­tos están lla­ma­dos a la per­di­ción eter­na. Solo Dios sabe cuán­do lle­gará el último día.

Na­ci­do de la Vir­gen Mar­ía

Dios hab­ía es­co­gi­do a la Vir­gen Mar­ía como mad­re de su hijo, el ángel le dijo a la jo­ven Mar­ía: “Y aho­ra, con­ce­birás en tu vient­re, y darás a luz un hijo, y lla­marás su nomb­re JESúS. El Espí­ri­tu San­to vendrá sob­re ti, y el po­der del Altí­si­mo te cub­rirá con su somb­ra; por lo cual tam­bién el San­to Ser que na­cerá, será lla­ma­do Hijo de Dios.” (Lc 1:31,35).

El fiel crey­en­te José, que es­ta­ba a pun­to de aban­do­nar en sec­re­to a su es­po­sa em­ba­ra­za­da re­ci­bió la vi­si­ta de un ángel con un men­sa­je: “José, hijo de Da­vid, no te­mas re­ci­bir a Mar­ía, tu mu­jer, por­que su hijo ha sido con­ce­bi­do por el Espí­ri­tu San­to. Mar­ía tendrá un hijo, a qui­en pondrás por nomb­re JESúS, por­que él sal­vará a su pu­eb­lo de sus pe­ca­dos”. (Mt 1:20,21.)

Muc­ha gen­te nie­ga que Jesús na­ció de Vir­gen. La razón del homb­re no pu­e­de comp­ren­der el sec­re­to de la fe. La fe ab­re el en­ten­di­mien­to. El hijo de Dios na­ció sin pe­ca­do, san­to y puro. El tra­ba­jo de re­den­ción de Je­suc­ris­to cub­re toda la vida hu­ma­na: co­mien­za en el mo­men­to en que se crea en el vient­re de la mad­re y llega al último mo­men­to, has­ta la mu­er­te. La vida es un mi­lag­ro único dado por Dios por el cual el homb­re es res­pon­sab­le an­te el da­dor de la vida.

Jesús ex­pió nu­est­ros pe­ca­dos

El vier­nes San­to, Je­suc­ris­to es­tu­vo an­te de Dios y clamó en agon­ía: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has aban­do­na­do? En sus últi­mas pa­lab­ras, el Sal­va­dor dijo: “todo está cump­li­do”. Por el amor a to­das las per­so­nas, Jesús suf­rió, mu­rió en la Cruz, der­ramó su sang­re y cump­lió la ley exi­gen­te de Dios por no­sot­ros. Sin der­ra­ma­mien­to de sang­re, no hay perdón de pe­ca­do. Pab­lo en­se­ña en el Lib­ro de Gála­tas: “Pero cu­an­do vino el cump­li­mien­to del tiem­po, Dios en­vió a su Hijo, na­ci­do de mu­jer y na­ci­do bajo la ley, para que re­di­mie­se a los que es­ta­ban bajo la ley, a fin de que re­ci­bié­se­mos la adop­ción como sus hi­jos”. (Gl 4:4-5).

Y a través de Isa­ías, Dios animó a su pu­eb­lo di­cien­do: ”No te­mas, que yo te he re­di­mi­do te he lla­ma­do por tu nomb­re, tú eres mío. Cu­an­do cru­ces las agu­as, yo es­taré con­ti­go, cu­an­do cru­ces los ríos, no te cub­rirán sus agu­as, cu­an­do ca­mi­nes por el fu­e­go, no te qu­e­marás ni te ab­ra­sarán las lla­mas”. (Is 43:1-2).

En el ter­cer día Jesús re­su­citó de ent­re los mu­er­tos, para ha­cer­nos jus­tos. En la re­sur­rec­ción, Jesús ven­ció el pe­ca­do y el po­der de la mu­er­te. Así Jesús nos hizo acep­tab­les a Dios y ab­rió un ca­mi­no al cie­lo para aqu­el­los que creen en la sal­va­ción.

Tex­to: Pek­ka Ter­vo.

Es­te tex­to se ha pub­li­ca­do en el lib­ro “En el Fu­tu­ro y la es­pe­ran­za”, de SRK en 2000. El tex­to se ha re­cor­ta­do.

Tra­duc­ción: E.C