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Vieraskieliset / en espanol

Todos Despertaremos

Siionin Lähetyslehti
Vieraskieliset / en espanol
2.4.2014 0.00

Juttua muokattu:

1.1. 23:49
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Co­rin­to era una ciu­dad bul­li­ci­o­sa don­de la vida era mun­da­na. En un su­e­ño, el Se­ñor se apa­re­ció a Pab­lo y le instó el pre­di­car con va­lent­ía la Pa­lab­ra de Dios en Co­rin­to.

Des­pués de leer el tex­to de la Epís­to­la para la Pas­cua (1 Cor.15:12–22), dos pre­gun­tas pu­e­den ve­nir a la men­te. Pri­me­ro, pa­re­cie­ra que el am­bien­te fes­ti­vo de la Pas­cua no se en­cu­ent­re. Se­gun­do, pa­re­cie­ra que Pab­lo de­fien­de pob­re­men­te la re­sur­rec­ción.

Cu­an­do uno exa­mi­na el tex­to con más aten­ción, uno se da cu­en­ta de que Pab­lo se acer­ca al asun­to sa­bi­a­men­te. Apo­ya­do por las pru­e­bas pre­sen­ta­das en el tex­to pre­vio, el no sólo es­tab­le­ce que la re­sur­rec­ción ha to­ma­do lu­gar, sino que tam­bién re­ve­la su im­por­tan­cia en la his­to­ria de la sal­va­ción Cris­ti­a­na. Ahí Dios ex­tien­de su mano bon­da­do­sa para ay­u­dar a la hu­ma­ni­dad.

El Se­ñor nos ex­hor­ta a pre­di­car

Pab­lo per­ma­ne­ció en Co­rin­to más tiem­po que en ot­ros lu­ga­res du­ran­te su se­gun­do vi­a­je mi­si­o­ne­ro (ent­re 50–53 DC). Co­rin­to era un pu­er­to muy con­cur­ri­do y un cent­ro co­mer­ci­al don­de la vida era mun­da­na. Al­lí Dios se le apa­re­ció a Pab­lo en un su­e­ño y le pi­dió per­ma­ne­cer en la ciu­dad y que pre­di­ca­se la Pa­lab­ra de Dios con va­lent­ía.

Pab­lo se qu­edó en Co­rin­to un año y me­dio (Hec­hos 18:2–3, 9–11). Al­lí se es­tab­le­ció una cong­re­ga­ción que tuvo que luc­har con muc­has di­fi­cul­ta­des. En sus car­tas a los Co­rin­ti­os, Pab­lo tuvo que tra­tar, ent­re ot­ras co­sas, con la for­ma­ción de gru­pos en tor­no a los pre­di­ca­do­res de la pa­lab­ra. A ve­ces el tono de las car­tas de Pab­lo es est­ric­to y ot­ras ve­ces es su­a­ve (por ejemp­lo, 1 Cor.13). Las car­tas tam­bién inc­lu­yen una exp­li­ca­ción doct­ri­nal de la Pa­lab­ra de Dios.

El men­sa­je go­zo­so del evan­ge­lio

Pab­lo se­ña­la el asun­to más im­por­tan­te a los Co­rin­ti­os: "Así que, her­ma­nos, cu­an­do fui a vo­sot­ros para anun­ci­a­ros el tes­ti­mo­nio de Dios. Pues me pro­pu­se no sa­ber ent­re vo­sot­ros cosa al­gu­na sino a Je­suc­ris­to…. vu­est­ra fe no esté fun­da­da en la sa­bi­dur­ía de los homb­res, sino en el po­der de Dios” (1. Cor. 2,1–5).

En el capí­tu­lo 15 de su car­ta, Pab­lo le re­cordó a los Co­rin­ti­os del evan­ge­lio que él les hab­ía pre­di­ca­do: " Asi­mis­mo, her­ma­nos, os dec­la­ro el evan­ge­lio que os he pre­di­ca­do, el cual tam­bién ha re­ci­bi­do y en el cual tam­bién per­se­ver­áis; Por el cual tam­bién sois sal­va­dos. "

Pab­lo dice de Cris­to, qui­en mu­rió por nu­est­ros pe­ca­dos, que fue se­pul­ta­do, y que Dios des­pertó al ter­cer día - como se hab­ía pre­dic­ho en la Esc­ri­tu­ra. El tes­ti­mo­nio de la re­sur­rec­ción de Jesús no era la tum­ba vac­ía, sino que el Jesús vi­vien­te se le apa­re­ció a Ped­ro y los ot­ros discí­pu­los, e inc­lu­so a un grupo de qui­nien­tos homb­res. Pab­lo tam­bién tuvo su pro­pia ex­pe­rien­cia del en­cu­ent­ro con el Re­su­ci­ta­do.

Apa­ren­te­men­te, hubo cier­ta in­cer­ti­dumb­re con res­pec­to a la re­sur­rec­ción en Co­rin­to, de­bi­do a que Pab­lo se pre­gun­ta­ba por qué, en la opi­nión de muc­hos, no hab­ía la re­sur­rec­ción de los mu­er­tos. Es­to pu­e­de ha­ber sido la inf­lu­en­cia de un grupo de Ju­di­os lla­ma­dos los sa­du­ce­os qui­e­nes no cre­ían en la re­sur­rec­ción. Pu­e­de tam­bién pudo ha­ber sido el pro­pio ra­zo­na­mien­to de la gen­te.

Hay es­pe­ran­za

Jesús, como el Hijo de Dios, ven­ció el po­der de la mu­er­te. Él tam­bién ten­ía el po­der de des­per­tar a los mu­er­tos. Lázaro, ent­re ot­ros, ex­pe­ri­mentó es­to (Juan 11: 1–44) y el hijo de la viu­da de Naín (Lu­cas 7:11–17).

La mu­er­te es real para la hu­ma­ni­dad y nos imp­li­ca a to­dos. So­mos partí­ci­pes de la he­ren­cia de Adán – la mu­er­te. La men­te car­nal dice que cu­an­do un cadá­ver dent­ro de un ataúd es co­lo­ca­do en el se­pulc­ro, no hay re­tor­no. Des­de la pers­pec­ti­va de la fe, la si­tu­a­ción, sin em­bar­go, no es ir­re­me­di­ab­le.

Además de pro­por­ci­o­nar nu­est­ra vida con una di­men­sión tem­po­ral, la fe tam­bién nos of­re­ce una di­men­sión es­pi­ri­tu­al. A cau­sa del pe­ca­do un homb­re pu­e­de es­tar es­pi­ri­tu­al­men­te mu­er­to, a pe­sar de en­cont­rar­se vivo. Es­tos son el tipo de per­so­nas de qui­e­nes Jesús se re­fi­rió cu­an­do dijo: " De cier­to…. Vie­ne la hora, y aho­ra es, cu­an­do los mu­er­tos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oy­e­ren vi­virán" (Juan 5:25). Es­te tipo de sermón que des­pier­ta a los mu­er­tos se es­cuchó en Co­rin­to. La mis­ma proc­la­ma­ción re­su­e­na en me­dio de no­sot­ros en la pre­di­ca­ción del rei­no de Dios.

La re­sur­rec­ción de Cris­to es una de­most­ra­ción del po­der de Dios. Sin el­la, no tendr­ía­mos co­ne­xión con Dios. El Jesús re­su­ci­ta­do se le apa­re­ció a Sus discí­pu­los, sopló el Espí­ri­tu San­to sob­re el­los, y les dio el po­der de per­do­nar los pe­ca­dos.

Las en­se­ñan­zas de Pab­lo se re­su­men en los últi­mos versí­cu­los del tex­to: "Por­que por cu­an­to la mu­er­te entró por un homb­re, tam­bién por un homb­re la re­sur­rec­ción de los mu­er­tos. Por­que así como en Adán to­dos mu­e­ren, tam­bién en Cris­to to­dos serán vi­vi­fi­ca­dos " (1. Cor.15:21, 22).

La re­sur­rec­ción no es una cu­es­tión de lib­re elec­ción para cu­al­qui­er per­so­na. "Por­que vendrá hora cu­an­do to­dos los que están en los se­pulc­ros oirán su voz; y los que hi­cie­ron lo bu­e­no, saldrán a re­sur­rec­ción de vida; mas los que hi­cie­ron lo malo, a re­sur­rec­ción de con­de­na­ción " (Juan 5:28, 29). Por la fe y la gra­cia de Dios so­mos partí­ci­pes de la re­sur­rec­ción de la vida.

Tex­to:Mik­ko Ul­jas

Pub­li­ca­do: Sii­o­nin Lä­he­tys­leh­ti 3/2013

Tra­duc­tor: Me­la­nie Wi­su­ri

Teks­tis­sä kä­si­tel­lään seu­raa­via raa­ma­tun­koh­tia: 1 Cor. 15:12–22

Jul­kais­tu es­pan­jan­kie­li­ses­sä kie­li­liit­tees­sä 4/2014.

2.5.2024

Jeesus sanoo: ”Minä annan teille uuden käskyn: rakastakaa toisianne! Niin kuin minä olen rakastanut teitä, rakastakaa tekin toinen toistanne.” Joh. 13:34

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