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Vieraskieliset / en espanol

Al pecador se le esta invitando al reino de Dios

Siionin Lähetyslehti
Vieraskieliset / en espanol
15.11.2017 9.49

Juttua muokattu:

1.1. 12:06
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Pa­re­ce que muc­has per­so­nas ya no en­tien­den el sig­ni­fi­ca­do bíblico de la pa­lab­ra pe­ca­do. En las con­ver­sa­ció­nes es­pi­ri­tu­a­les se pu­e­de has­ta evi­tar hab­lar del pe­ca­do. Muc­has ve­ces se sien­te más fácil hab­lar so­la­men­te sob­re la gra­cia, amor y acep­ta­ción de Dios por­que ese tipo de con­ver­sa­ción nor­mal­men­te no ofen­de a na­die.

El pe­ca­do es sin em­bar­go uno de los con­cep­tos pri­mor­di­a­les de la fe cris­ti­a­na. Si en­ten­de­mos el sig­ni­fi­ca­do de ese con­cep­to, po­de­mos ver la gra­de­za de la gra­cia y perdón de Dios. Si una per­so­na no sien­te su pe­ca­do, tam­po­co sabe de­se­ar el perdón de los pe­ca­dos pre­pa­ra­do por Jesús Cris­to. De es­ta ma­ne­ra la per­so­na se qu­e­da como esc­la­vo del pe­ca­do.

Nin­gu­na per­so­na pu­e­de vi­vir asi que no hi­cie­ra pe­ca­do en sus pen­sa­mien­tos, pa­lab­ras y ac­tos. Según el San Pab­lo ”To­dos se des­vi­a­ron, a una se hi­cie­ron inú­ti­les; No hay na­die qui­en haga lo bu­e­no, no hay ni si­qui­e­ra uno.” (Ro­ma­nos 3:12).

Dios crea en el co­razón del homb­re año­ran­za para la vida eter­na y le da el re­ga­lo de la fe. Por la cai­da al pe­ca­do to­dos son sin em­bar­go cor­rup­tos por el pe­ca­do ori­gi­nal. El pe­ca­do siemp­re afec­ta a nu­est­ros pen­sa­mien­tos y ac­tos.

Según la bib­lia el pago del pe­ca­do es la mu­er­te (Ro­ma­nos 6:23). Sin em­bar­go por la fe y por los me­ri­tos de Jesús una per­so­na pu­e­de re­ci­bir el perdón de to­dos los pe­ca­dos y la vida eter­na como un re­ga­lo. Cada uno ne­ce­si­ta des­de su ni­ñez una crían­za que es según la pa­lab­ra de Dios para per­man­cer en la fe.

La ley de Dios mu­est­ra a uno que vive en la inc­re­du­li­dad, que el no ha po­di­do cump­lir con la vo­lun­tad de Dios. El ha hec­ho pe­ca­do y ne­ce­si­ta el perdón de los pe­ca­dos. Al creer en el evan­ge­lio proc­la­ma­do des­de la cong­re­ga­ción de Dios uno se li­be­ra del po­der la mu­er­te y de la inc­re­du­li­dad y se con­vier­te en miemb­ro vivo del Rei­no de Dios.

El re­for­mis­ta Martín Lu­te­ro desc­ri­be en el gran­de ca­te­cis­mo que el Rei­no de Dios es como una mad­re qui­en con la pa­lab­ra de Dios hace na­cer cada cris­ti­a­no y le apo­ya. Un crey­en­te ne­ce­si­ta cui­da­do del evan­ge­lio en la cong­re­ga­ción de Dios. El qui­en cree de co­razón se sal­va y ya aqui en el mun­do es partí­ci­pe de la vida eter­na (San Juan 6:47).

Tex­to: Pek­ka Ait­ta­kum­pu

Tra­duc­ción: T.K & J.K

Jul­kais­tu es­pan­jan­kie­li­ses­sä nu­me­ros­sa 15.11.2017