JavaScript is disabled in your web browser or browser is too old to support JavaScript. Today almost all web pages contain JavaScript, a scripting programming language that runs on visitor's web browser. It makes web pages functional for specific purposes and if disabled for some reason, the content or the functionality of the web page can be limited or unavailable.
Vieraskieliset / en espanol

José encuentra a sus hermanos con caridad

Siionin Lähetyslehti
Vieraskieliset / en espanol
10.5.2017 9.31

Juttua muokattu:

1.1. 11:14
2020010111140820170510093100

La his­to­ria bíblica del en­cu­ent­ro de José con sus her­ma­nos en Egip­to es una desc­rip­ción bo­ni­ta sob­re la mi­se­ri­cor­dia y el perdón.

Hu­ma­na­men­te pen­san­do, José habr­ía te­ni­do ra­zo­nes para es­tar duro y amar­go con sus her­ma­nos. El­los lo hab­ían ven­di­do como esc­la­vo a los ma­di­a­ni­tas mer­ca­de­res, por lo cual acabó en una carcél egip­cia por muc­hos años.

José vió a sus her­ma­nos ot­ra vez des­pués de muc­ho tiem­po, cu­an­do ven­ían a Egip­to por co­mi­da. El Fa­raón hab­ía pu­es­to a José como go­ber­na­dor de todo Egip­to y su tra­ba­jo era al­ma­ce­nar grano para los tiem­pos de hamb­re.

A José se le dió la opor­tu­ni­dad de ven­gar­se a sus her­ma­nos, pero no lo hizo. Vió en esos mo­men­tos un de­sig­nio pro­fun­do y di­vi­no. Dijo a sus her­ma­nos:

”Aho­ra, pues, no os ent­ris­tezc­áis, ni os pese de ha­ber­me ven­di­do acá; por­que para pre­ser­va­ción de vida me en­vió Dios de­lan­te de vo­sot­ros. – – Dios me en­vió de­lan­te de vo­sot­ros, para pre­ser­va­ros pos­te­ri­dad sob­re la tier­ra, y para da­ros vida por me­dio de gran li­be­ra­ción. Así, pues, no me en­vi­as­teis acá vo­sot­ros, sino Dios.” (Géne­sis 45:5-8)

José les per­donó con todo su co­razón

Los her­ma­nos de José tra­je­ron tam­bién a su pad­re Ja­cob a Egip­to y toda la fa­mi­lia se qu­edó a vi­vir ahí. Des­pués de la mu­er­te de Ja­cob, los her­ma­nos em­pe­za­ron a te­mer que José les hi­cie­ra pa­gar de todo el mal que le hi­cie­ron. Pro­bab­le­men­te, aún en vida el pad­re, el­los hab­ían es­pe­ra­do con pa­vor el día cu­an­do él mu­rie­ra. Con mie­do en­vi­a­ron un men­sa­je a José re­cur­rien­do a las pa­lab­ras de su pad­re: ”Tu pad­re mandó an­tes de su mu­er­te, di­cien­do: Así dir­éis a José: Te ru­e­go que per­do­nes aho­ra la mal­dad de tus her­ma­nos y su pe­ca­do, por­que mal te tra­ta­ron; por tan­to, aho­ra te ro­ga­mos que per­do­nes la mal­dad de los sier­vos del Dios de tu pad­re”. (Géne­sis 50: 16-17)

Los her­ma­nos en­ten­die­ron que hab­ían ac­tu­a­do mal. Sab­ían que José hab­ía ob­te­ni­do muc­ho po­der, y por lo tan­to podr­ía di­fi­cul­tar su vida muc­ho. Sin em­bar­go, no ten­ían nada que te­mer por­que José les hab­ía per­do­na­do con todo su co­razón.

En res­pu­es­ta a la pe­ti­ción de los her­ma­nos, José se­ña­lo que la ta­rea hu­ma­na no es con­se­guir la ven­gan­za; la ca­pa­ci­dad de jui­cio sólo la tie­ne Dios. Dijó a sus her­ma­nos: “No tem­áis; ¿aca­so es­toy yo en lu­gar de Dios? Vo­sot­ros pen­sas­teis mal cont­ra mí, mas Dios lo en­ca­minó a bien, para ha­cer lo que ve­mos hoy, para man­te­ner en vida a muc­hos pu­eb­los. Aho­ra, pues, no teng­áis mie­do; yo os sus­ten­taré a vo­sot­ros y a vu­est­ros hi­jos.” (Géne­sis 50: 19-21) El hec­ho de que José hab­ía per­do­na­do con todo su co­razón , tam­bién se re­ve­la en sus ob­ras, cu­an­do él se hizo car­go de sus her­ma­nos y sus fa­mi­li­as.

El en­cu­ent­ro con es­te sen­tir que hubo tam­bién en Cris­to Jesús

Se pu­e­de de­cir que José ten­ía ”es­te sen­tir que hubo en Cris­to Jesús” (Fi­li­pen­ses 2:5-8)No qu­er­ía res­pon­der al mal con el mal, sino per­do­nar y ani­mar. Por la fe en­ten­dió que Dios le hab­ía per­do­na­do a él mis­mo, y que to­dos sus do­nes tem­po­ra­les fu­e­ron re­ga­lo de Dios.

Tan­to José como sus her­ma­nos hab­ían te­ni­do la opor­tu­ni­dad de es­tar en la es­cu­e­la de Dios. Los her­ma­nos tu­vie­ron que hu­mil­lar­se y pe­dir perdón por sus ma­las ac­ci­o­nes. Ya no hab­ía en sus pa­lab­ras el tipo de or­gul­lo que los años an­te­ri­o­res en el cam­po, don­de for­za­ron a su her­ma­no a vi­a­jar con los tra­fi­can­tes de esc­la­vos.

A me­nu­do no es fácil pe­dir perdón y per­do­nar. Él qui­en bus­ca el rei­no de Dios tie­ne que ca­mi­nar por la pu­er­ta est­rec­ha para ent­rar (Ma­teo 7:13). La mis­ma cosa es con el ar­re­pen­ti­mien­to di­a­rio: para un hijo de Dios qui­en ha caí­do en pe­ca­do, no es siemp­re fácil hu­mil­lar­se y pe­dir perdón.

Asi­mis­mo; a ve­ces el perdón de los pe­ca­dos pu­e­de ser muy difí­cil. Si no pu­e­de per­do­nar al prójimo, pu­e­de ser que el co­razón se llene con ren­cor y eso pu­e­de te­ner muc­has con­se­cu­en­ci­as ma­las. Por lo tan­to, es im­por­tan­te pe­dir fu­er­zas a Dios para pe­dir perdón y per­do­nar. Cu­an­do Dios nos ay­u­da en eso, el co­razón pu­e­de lib­rar­se del ren­cor y de los pe­sos del pe­ca­do, con el re­sul­ta­do del espí­ri­tu aleg­re y lleno de gra­cia.

Tex­to: Pek­ka Ait­ta­kum­pu

Pub­li­ca­ción: Sii­o­nin Lä­he­tys­leh­ti 3/2015

Tra­duc­ción: Le. R.

Jul­kais­tu es­pan­jan­kie­li­ses­sä nu­me­ros­sa 10.5.2017

20.4.2024

Jeesus sanoo: ”Minä olen portti. Se, joka tulee sisään minun kauttani, pelastuu. Hän voi vapaasti tulla ja mennä, ja hän löytää laitumen.” Joh. 10:9

Viikon kysymys