En los últi­mos kiló­met­ros ha­cia el lu­gar de los ser­vi­ci­os, el ca­mi­no está lleno de bac­hes. Los ni­ños en el pa­tio nos ven y cor­ren a sa­lu­dar­nos. Los ni­ños más gran­des hab­lan bien el inglés, y con ot­ros hab­la­mos a través de un intérp­re­te. Po­de­mos hab­lar de nu­est­ros acon­te­ci­mien­tos y con­tar nu­est­ros nomb­res sin un intérp­re­te.

Es­ta­mos en una mi­sión en Ke­nia, en áfrica. Los pri­me­ros ser­vi­ci­os tie­nen lu­gar en Bu­ma­la, en la casa de Sid­wa­ka.

El pri­mer sermón está pre­di­ca­do por Em­ma­nu­el Amet­si­fe, qui­en ha ve­ni­do a los ser­vi­ci­os des­de ot­ro país af­ri­ca­no, Togo. Du­ran­te los ser­vi­ci­os, los ni­ños se sien­tan sob­re la es­te­ra de bambú en el piso de la casa. Aun­que las cir­cuns­tan­ci­as son di­fe­ren­tes, la pa­lab­ra y el evan­ge­lio de Dios son exac­ta­men­te los mis­mos que en Fin­lan­dia y en todo el mun­do.

Des­pués de los ser­vi­ci­os, Mii­ka Kop­pe­roi­nen trae sa­lu­dos de Fin­lan­dia. Los ni­ños se asomb­ran con las imá­ge­nes del in­vier­no he­la­do y con la nie­ve. La di­fe­ren­cia de tem­pe­ra­tu­ra ent­re Fin­lan­dia y Ke­nia es de casi 50 gra­dos.

Des­pués de los ser­vi­ci­os to­dav­ía hay tiem­po para pro­bar el de­por­te na­ci­o­nal fin­landés, el béis­bol. A me­di­da del ju­e­go, la pe­lo­ta hec­ha de ho­jas y bol­sas se qu­e­da atas­ca­do en el árbol. Afor­tu­na­da­men­te, po­de­mos ba­jar­la an­tes de ir­nos.

Al fi­nal de la mi­sión, los ser­vi­ci­os están en Nai­ro­bi. Du­ran­te el pri­mer sermón, hay una es­cu­e­la do­mi­ni­cal con el tema de Da­niel en la Cu­e­va de los Le­o­nes.

Los ni­ños leen las ora­ci­o­nes de aper­tu­ra y cier­re de for­ma in­de­pen­dien­te y res­pon­den las pre­gun­tas ac­ti­va­men­te. Pi­den hab­lar le­van­tan­do su mano y se le­van­tan cu­an­do res­pon­den, igu­al­men­te como se hizo an­tes en las es­cu­e­las fin­lan­de­sas.

Cu­an­do sa­li­mos para el ho­gar, pro­me­te­mos de­cir sa­lu­dos de los ni­ños de Ke­nia a los es­tu­di­an­tes de la es­cu­e­la do­mi­ni­cal y a to­dos sus co­etá­ne­os en Fin­lan­dia.

Rael cor­rió a los ser­vi­ci­os

Rael Atie­no Owi­no es una niña de 8 años. Vive en Ke­nia en áfrica, a las oril­las del lago Ka­ny­a­bo­lij. Además de los ser­vi­ci­os, asis­te a la es­cu­e­la do­mi­ni­cal. Pien­sa que las his­to­ri­as bíbli­cas y las imá­ge­nes de la es­cu­e­la do­mi­ni­cal son las me­jo­res co­sas en la es­cu­e­la do­mi­ni­cal.

Rael ha ve­ni­do a su casa a co­mer du­ran­te su rec­reo en la es­cu­e­la. Su es­cu­e­la está ubi­ca­da a 3 o 4 kiló­met­ros de su casa. Mient­ras nos pre­gun­ta­mos cómo es po­sib­le que du­ran­te el rec­reo tie­ne tiem­po a ve­nir a casa, co­mer y reg­re­sar a la es­cu­e­la, Rael nos mu­est­ra con sus her­ma­nos qué tan rápido cor­ren a casa des­de la es­cu­e­la.

La edu­ca­ción en Ke­nia:

En Ke­nia, los ni­ños co­mien­zan el prees­co­lar a la edad de 3-4 años. La es­cu­e­la pri­ma­ria ge­ne­ral­men­te co­mien­za a los 6 años.

Los idi­o­mas de inst­ruc­ción son inglés y swa­hi­li.

Las es­cu­e­las tie­nen tres se­mest­res.

Los ni­ños usan uni­for­mes es­co­la­res en las es­cu­e­las. No hay co­mi­da es­co­lar gra­tui­ta.

Tex­to: Jou­ni Hin­tik­ka

Pub­li­ca­do en Las­ten Pol­ku 4/2019.

Tra­duc­ción: P.S.